Image hosting by Photobucket

Secciones
Lo más reciente
Archivo
Buscador
Technorati Buscar
RSS

RSS - XML de El Gatocpardo

Friday, September 01, 2006
Un grupo de universitarias y amas de casa colombianas se levantan la bata en el negocio del cibersexo
Era la tercera vez que Lorena lo intentaba. Después de almorzar, se sentó frente al computador dispuesta a mostrarlo todo, incluso ese pequeño lunar clandestino en uno de sus muslos y que en la época de universidad sólo vio Ricardo, su novio de toda la vida.

Como antesala a su primer desnudo había encendido unos palitos de incienso y había puesto sobre el escritorio, muy cerca del teclado, un vaso con gaseosa dietética.

Entre tanto, la pequeña cámara digital (webcam) -conectada a su computador- ya estaba lista para transmitir en directo imágenes a una de las tantas páginas Web donde la palabra sexo se revela sin el menor empaque y los ojos de los visitantes se ahogan en las fotografías de sus ‘muñequitas’ digitales. La invitación siempre la misma. “Haz clic” y navégame, marinero.

Lorena, aún cuando sabía que su cliente, un español que entre sobreexcitado y alicaído, quería retirarse de la desapegada conversación y dar clic sobre la foto de otra ‘ciberchica’ que sin el menor reparo le enseñara por la webcam hasta el último de sus bordes, no era capaz de desnudarse ni de repetir cada cinco minutos la misma escena. Esta bogotana no iba a masturbarse frente a la cámara.

A su lado, en otro cubículo del ‘estudio’, de cuatro metros cuadrados, decorado como una habitación -un sofá que hace las veces de cama y sábanas en satín azul claro- sucedía todo lo contrario.

Mónica, la ‘Monita traviesa’, llevaba más de 25 minutos ‘chateando’ con un holandés, de unos 56 años, quien pagó ochenta dólares (150 mil pesos) con su tarjeta de crédito por una hora de cibersexo. Él la eligió, pero bien pudo escoger a cualquier otra.

Mónica era de las más veteranas en el oficio. Sabía cómo manejar los desmanes de sus clientes. Escribía con el morbo necesario, para mantenerse en el negocio. Entre frases con doble sentido e insinuaciones prevalecía su deseo epidérmico de venderse como una antorcha encendida, para tener conectados más tiempo a los mirones.

“Entré a trabajar por casualidad”, asegura. En marzo de 2004 acompañó a su mejor amiga a una entrevista, que anunció un clasificado.

El aviso decía: “Se necesita digitadora bilingüe, con buena presentación y excelentes conocimientos en sistemas y manejo de Internet”, comenta.

La dirección era al norte de Bogotá y correspondía a una casa sin otra indicación más que la placa. “Una señora nos recibió y preguntó si íbamos para lo de la entrevista. A penas entramos me dio susto, le apreté la mano a mi amiga y seguimos caminando. La casa parecía un inquilinato. Adentro se veían más niñas esperando con hojas de vida en la mano, eso nos dio confianza”, recuerda.

”Luego me preguntaron que si yo quería también pasar a la entrevista. No le vi nada de malo, yo no sabía que era para esto –cuenta la ‘Monita traviesa’-. Como a los tres días me llamaron sólo a mí, me pidieron que fuera nuevamente que me iban a hacer pruebas”.

Ese día les preguntaron a las preseleccionadas qué tan rápido escribían en computador y si dominaban el inglés, pues una de sus funciones era ‘chatear’ con extranjeros. Más adelante les contarían que complacer visualmente a lo visitantes de la página Web era una de las prioridades. Por eso, el registro en cámara era definitivo.

Apenas supieron de sus funciones dentro del chat, más de 10 jóvenes huyeron despavoridas, se quedaron sólo seis, entre ellas Mónica. Una mujer de provincia que llegó a Bogotá en 1998 con una niña en brazos y sin muchas pertenencias en su morral de colegio. Ahora vive en unión libre con un hombre que conoció en una bar de la 82. Él piensa que ella es secretaria en una multinacional.

Las puertas del sexo virtual
Entre tanto, Lorena cuenta que desde hace un año y tres meses es ‘ciberchica’ en una página pornográfica. Entró por recomendación de una amiga del colegio que le dijo que conocía una vacante bien remunerada. Su técnica es hacerse amiga de los clientes para así evitar que le pidan que se desnude.

Antes de entrar, Lorena tenía dos trabajos, pero se dio cuenta que si le daba más tiempo a la página iba a ganar el doble, así que renunció y ahora se dedica sólo al sexo por la red. Los dueños de estos sitios web, en su mayoría holandeses y españoles, les pagan a sus ‘muñequitas’ entre 400 y 500 pesos el minuto. Entre más tiempo estén conectadas con un cliente, más dinero ganan.

En una semana, las chicas del cibersexo pueden llegar a ganarse hasta 600 mil pesos. A veces un poco más, pues la tarifa se incrementa si trabajan desde la casa. El programa con el que se conectan al chat les permite tener máximo ocho conversaciones simultáneas con clientes de todo el mundo. Es decir, pueden ser vistas al mismo tiempo por ocho desconocidos y así acumular más minutos.

Las que trabajan desde la casa cuentan que pueden desconectarse en cualquier momento si, por ejemplo, llegan los padres o en otros casos –aunque no muy comunes- el esposo.

“Mis papás no saben del trabajo, hay muchas maneras de explicar que trabajas todo el día en un computador y más si ambos trabajan y poco se la pasan en la casa”, revela Alejandra, la más joven de todas. Tiene 18 años y considera que este oficio le ha permitido encontrar más amigos.

Según las tres mujeres entrevistadas y relacionadas con las páginas con contenido para adultos, hay ‘estudios’ -sitios donde operan estos negocios- en Chapinero, Teusaquillo, Galerías y sobre todo al norte de Bogotá, donde, en cada casa, hay más de 10 cubículos, cada uno con un computador con acceso a Internet, webcam y con un programa especial para registrarse y ofrecer el servicio.

En sitio Web, dependiendo de la hora, puede llegar a tener 60 webcams conectadas desde diferentes rincones del mundo. Las fotografías y perfiles de las ‘muñequitas’ están agrupados de acuerdo con el idioma de su país de origen.

"Tengo 19 años, soy colombiana y deseo experimentar cosas nuevas. Soy callada, discreta, tierna, romántica y he decidido aventurarme más en la vida”. “Soy sensible, extrovertida, me gusta que me consientan, no sé mucho de sexo, pero estoy dispuesta a aprender”. Son unos de de los tantos perfiles que pueden encontrarse en la red. Unos más atrevidos y explícitos que otros.

No es color de rosa
‘Bella Flor Latina’, como aparece registrada Lorena, revela que tenía otra profesión y la ejerció durante siete años, pero hay meses en los que podría ganar más que su hermano que es abogado.

“Sin embargo, no es tan chévere ni tan bacano, como la gente pensaría. Al principio me pareció terrible, pero ya cuando ves que es sentarte al frente de un computador y nadie te toca, pues no lo ves tan mal. Los males se los ves a largo plazo, porque te empiezan a quedar muchas cosas de los malos tratos verbales que recibes de la gente”, dice con bastante tristeza.

Los términos que usan los hombres para saludarlas y pedirles favores sexuales como que se masturben frente a la cámara son siempre los peores. “Hay unos que entran diciéndonos: Hola, mi p***”, detalla Alejandra. “Los españoles utilizan palabras ‘tenaces’ (relacionadas con el sexo) que hacen que uno les coja bronca y nos les pare bolas”.

Por el costo del servicio manifiestan que es improbable que ingresen hombres colombianos al sitio Web salvo que “tengan mucha plata”. Los visitantes más asiduos son los españoles, belgas, holandeses y alemanes.

Varias mujeres confesaron haberse enamorado de un cliente. Lo cierto es que aunque este tipo de relaciones puedan no involucrar un componente físico, sino una conversación erótica, al entrar en el terreno de lo virtual, porque los límites cotidianos se quedan fuera, el apego emocional puede llegar a ser muy fuerte.

Muy de vez en cuando–afirman Lorena y Mónica–dan con alguien que entra por soledad y solo quiere hablar. “A veces también entra gente muy mal de la cabeza que nos pide cosas aberrantes. Pero hay otros chistosos que nos proponen matrimonio”.

Algunos miedos de las chicas de cibersexo que conectan los comportamientos de los hombres de las páginas con los hombres de la ‘vida real’. Por eso, admiten que es complicado entablar una relación. “Como nos volvemos tan desconfiadas, siempre nos imaginamos los peor”, señalan.

“Una amiga conoció un holandés. El tipo vino a Colombia, le dijo que eran almas gemelas y quería casarse con ella. Se averiguo dónde vivía y le llegó a la casa, ella tuvo que llamar de inmediato a la policía”, cuenta Mónica, asombrada de los peligros de su trabajo.

Por todos los ‘fiascos’ y porque quiere hacer algo mejor con su vida así no gane tanto, Lorena quiere retirarse. Sus días en el cibersexo están contados; teme que alguien conocido la pille y la señalen en la calle.

escrito por Christian Pardo @ 10:27 PM   95 Comentarios

Christian Pardo, 26 años
Bogotá, Colombia
Periodista, arquitecto de información web, voz comercial y bloguero. Estudiante de Gerencia de Proyectos en Telecomunicaciones. Contáctelo

[In other words] He's been a reporter, web editor and columnist.
Ver más
Visitas hasta hoy
Primer colectivo blogs periodísticos en Colombia
Premio Nacional de Periodismo, CPB 2006, Mejor sitio web de noticias
Manifiesto

;Marca Gatocpardo

Links
Patrocinado por

BLOGGER

imagen
BloGalaxia la blogoteca
eXTReMe Tracker