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Friday, February 18, 2005
ENTRETENIMIENTO/ Se acabaron los amigos
Si bien durante toda nuestra vida estamos ávidos de conocer gente que tenga nuestros mismos intereses. Siempre se nos ha dicho que los amigos se pueden contar con los de dedos de la mano y que, posiblemente, nos sobran dedos al evaluar qué tan fieles, cooperantes y desinteresados pueden llegar a ser.

El conteo se hace aún más complejo, si se quiere determinar cuántas amigas son sólo eso…amigas. Porque con los años, el significado de la amistad se ha enredado al punto de no parecerse en nada a la definición del diccionario. Contrario a la canción de plancha, que cantan ellas, ya no se puede garantizar que seamos “amigos simplemente amigos y nada más…”.

Lo que antes era propio del noviazgo ahora puede ser el `pan diario´ de una tímida amistad. Un beso apasionado ya no asegura `el cuadre´. Y jugar al papá y la mamá, después de la primera cita, es más frecuente de lo que parece.

Aquellas instancias de `tercer nivel´ que estaban escrituradas al novio, llegan a ser asequibles para un `amigo´ de estudio, de barrio, de oficina, inclusive, quién lo creyera, de rumba. Porque el sexo pasó de ser un tema prohíbo para posicionarse en la mente de jóvenes y adolescentes como el password (palabra clave) que permite a los de `ombligo verde´ entrar sin necesidad de cédula en el mundo de los adultos.


Orígenes del enredo
Desde los 80, la población femenina era superior a la masculina. Algo así como por cada hombre había cuatro mujeres. Aprovechando las sublimes diferencias que nos da la vida, los caballeros no podíamos contener las babas ante tanta belleza y pecábamos. No es que uno quisiera, es lo que le tocaba.

Ellas valiéndose de la mayoría de género, y que andamos por el mundo hechos unas…pelotas, hacían de la conquista algo muy difícil. Y a veces, sin pensarlo, terminábamos `haciendo curso´, para que al menos nos dieran un besito.

En ese proceso de aprendizaje nos decían amigos. Al igual que un jugador de fútbol estábamos `en opción de compra´ o `en consignación´, como el trago que sacábamos fiado para el bazar del colegio. De nuestro buen desempeño dependía si avanzábamos al otro nivel o no.

Nuestra vida era muy parecida a la de Mario Bros (personaje del popular videojuego). Teníamos que reunir muchas monedas y recorrer inhóspitos caminos por tierra, mar y aire, para que la princesa cayera rendida en nuestros brazos.

Ser amigo, entonces, era estar en la banca de suplentes, esperando la señal para debutar como estrella en el cuadrangular.


Tiempo después, expertos consultados por Eskpe concluirían que “hombres y mujeres tenemos como amigos del sexo opuesto, a quienes en un momento determinado pueden llegar a ser algo más que eso”.

Esta revelación nos jodería tanto la cabeza que empezaríamos a desconfiar, de por vida, de los mejores `amigos´ de nuestras novias. Atemorizados, tal vez, porque el diablo es puerco.

En los años 90, si usted había mostrado un buen nivel de competición frente a los otros `amigos´ ya estaría recibiendo el famoso beso `andeneado´. Y en las tertulias de baño, lo recordarían como el `amigo especial´, que si seguía “portándose bien” en unos meses recibiría la investidura de `amigovio´.


Sin embargo, la Constitución del 1991, además de establecer una nueva carta de navegación política, también, originó un nuevo término entre los colombianos. Porque los amigos no sólo tenían deberes sino también derechos. Un `amigo con derechos´ podía pedir rendición de cuentas y exigir el cumplimiento óptimo de todos los servicios en cualquier momento.

Al ver semejante revolcón, peor que el Proceso 8.000, las mujeres tomaron cartas en el asunto, porque ya no podían confiarnos todos sus secretos. Era evidente que teníamos el sartén por el mango.

En 1998, para retomar el control, ellas aprovecharían que gracias al Mundial de Fútbol de Estados Unidos, que se celebraba ese año, sólo nos interesarían los tiros libres y los goles de larga distancia, y que la televisión sería lo único que tendríamos en la cabeza.


Cuando regresamos de ese año sabático, encontraríamos muchas diferencias. A todo lo que se movía lo llamaban amigo incluso al tipo que acababan de conocer. “Mira, te presento a un amigo”. Ahora sí la guerra estaba dura, y como no teníamos mesa de negociación estábamos políticamente jodidos. Después de una rumbeada monumental, al otro día, no teníamos derecho a preguntar tú y yo qué…venimos siendo. Porque la respuesta fríamente calculada era “a ver, un beso no significada nada”.

Con la llegada del Y2K (finales de 1999), no sólo las computadoras tendrían problemas sino también las mujeres porque todo lo que tenía que ver con nosotros las confundía. ¿Qué te pasa?: “No me pasa nada”. La `nada´ deterioró tanto las relaciones entre sexos, que ellas nos empezarían a ver como productos hechos en serie `cortados con la misma tijera´.

Actualmente, no se sabe cuándo actuar como amigo y cuándo `echar los perros´ con cadena y todo. Y después del `Caso Granda´, uno se pregunta por qué los colombianos tenemos problemas al llamar las cosas por su nombre, y por qué, de un tiempo para acá, nos ronda tanto la informalidad.

Y no es que sea malo aventurarse en relaciones de `mente abierta´. Lo que pasa es que, sin ánimo de sonar mojigato ni de ganarme indulgencias en esta Semana Santa, las nuevas definiciones envenenan la esencia de las palabras y, de paso, nos confunden el corazón.
Así que, para combatir esta sucesión de actos irresponsables, los invito a rodearse de buenas compañías este fin de semana y a llamar “al pan, pan y al vino, vino”, para evitar que, en menos de lo que canta un gallo, se nos acaben los amigos.


Por CHRISTIAN PARDO
Para EL TIEMPO
escrito por Christian Pardo @ 10:17 AM   0 Comentarios
Friday, February 11, 2005
ENTRETENIMIENTO/ Plan Dominguero
El domingo siempre nos parecerá el día más corto, a lo mejor, porque históricamente para nuestra cultura religiosa con él inicia la semana. Y como de lo bueno siempre dan tan poco, se estableció dentro del calendario como nuestro día de descanso.

Desde la religión, el domingo se ha conocido como día del Señor (dominicus dies). Es por eso que, desde muy temprano (7 a.m.), sus papás (o sus abuelos) golpean la puerta de su cuarto, no para metérsele entre las cobijas sino para levantarlo a misa, por aquello que “al que madruga Dios le ayuda”.

Antiguamente, a este día de descanso también se le llamaba día del Sol (dies Solis) nombre que aún se usa en el inglés y que, inconscientemente, nos recuerda al famoso Sunday o helado de vasito. Pese a esto, el verdadero significado es día soleado y paradójicamente lo es a juzgar por el bronceado sabanero del lunes por culpa del plan dominguero.

Para las nuevas generaciones, sería hasta medio jarto asociar el domingo exclusivamente con la comunión y con el cono de MacDonalds, porque también puede ser el día del picadito de fútbol, el día para ir a cine, el día del asado, el día para irse compras, el día de verse con los amigos, el día del estadio, el día perfecto (inclusive) para reanudar la sesión de abdominales que, con algo suerte, nos ayudará a bajar la panza.


Sobre todo si seguimos, por órdenes presidenciales, el lema de “trabajar, trabajar y trabajar” y por ende estudiar, estudiar y estudiar, no vendría mal un breve receso o `un nuevo aire´ que nos ayude a recargar las pilas para la semana que viene.

El plan dominguero, creo yo, debe armarse de acuerdo con las necesidades del personaje llámese estudiante, ejecutivo, ingeniera del hogar, desempleado, músico o deportista. Si entre semana se la pasa encerrado en su casa y quiere romper la línea en todo sentido, lo recomendable es irse por la ciclorruta y tratar de imponer un nuevo récord al cruzar el puente de la 26, en menos de 1 minuto, sin bajarse de la bicicleta. Ojo, no estoy hablando de una contrarreloj por Bogotá, me refiero a que el propósito del domingo es hacer algo diferente.


Pero si está mamado de las chichoneras y quiere un plan en donde escasamente tenga que levantarse al baño a cumplir con lo que otros no pueden hacer por usted. Lo recomendable es quedarse en casa y echarse a la locha, ojalá en buena cama y con el control remoto del tv o un buen libro a la mano.

En esta técnica de relajación dominical, se recomienda dar pruebas de supervivencia en la mañana por el comedor, para no quedarse sin desayuno; de no hacerlo tendrá que comerse un brunch, combinación gastronómica de desayuno (breakfast) y almuerzo (lunch). Un brunch a la colombiana puede llevar arepita, tocineta, papas fritas, patacones, huevos, arroz y se puede acompañar con café. ¡Umm, suena bien! Aunque nada sustituye al tamal con chocolate.

Otro programa de festivo es irse al parque, lugar que acoge una buena colección de pintas domingueras inimaginables. Cabe anotar que, por ser día de descanso, la vestimenta del bogotano cambia drásticamente. No sé si es porque la mayoría de su ropa está en el tendedero, sin embargo, los atuendos pueden ser muy cuestionables.


Dianita, esa niña divina que es odontóloga, puede salir a trotar, luciendo un lindo biker verde mango (como para un guayabo), y una camiseta blanca, “I Love Cartagena”, recuerdo de las vacaciones de fin de año. Sin duda, su vestimenta la hará detectable a varios metros de distancia, y confesará ante todo el mundo en cuál playa obtuvo ese envidiable bronceado de camarón.

Similar a lo anterior está el caso del vecino que por costumbre lava su carro todos los domingos y que, desgraciadamente, sabe muy poco de la importancia del agua en el futuro. A él, que se le reconoce por su buen gusto en las corbatas, puede vérsele en chancletas, pantaloneta (apretada a lo Higuita), camiseta de fútbol y manguera en mano, tratando de dejar como un lulo a su Topolino.

Además de los planes deportivos, religiosos e influenciados por el cansancio, hay eventos que son heredados de las obligaciones de la semana como: terminar el proyecto, las ecuaciones diferenciales, el mapa, el informe, el balance del mes, el ensayo, el resumen del libro, la maqueta, por mencionar algunos. Cumplir a cabalidad con sus responsabilidades contractuales puede ser mamoncísimo y más si sus congéneres la están pasando de maravilla, pero lo primero es lo primero y dicen que “primero el deber y luego el placer”.


Aunque hay programas familiares que son casi institucionalizados dentro de la casa, y que por muy ocupada que esté nuestra agenda son difíciles de eludir. Ejemplo de ello es el almuerzo familiar del domingo que reúne a tíos, sobrinos, primos, nietos, bisnietos y hasta choznos (hijos de los tataranietos).

En familias numerosas es toda una maratón saludar a todos los parientes, y es un camello dejar a tanto corazones y barrigas satisfechos y contentos. No por nada se dice entre familia en tono de burla “lo visto pero no lo mantengo”.

Dentro del sano esparcimiento también hay planes culturales que además de ser muy económicos nos ayudan a conocer más nuestra ciudad, el mejor vividero de Colombia. Y no lo dice mi orgullo de cachaco sino la gente que viene de otros lados del planeta y terminan queriendo a `La Atenas Sudamericana´ incluso más que uno.


Porque, lamentablemente, en vez de disfrutar la gran oferta cultural y de entretenimiento, todavía hay habitantes que les importa un pepino la ciudad y siguen botando el papelito en la calle, orinando debajo de los puentes, buscando bronca cual cavernícola, y mirando qué de público pueden dañar o llevárselo para la casa.

Pese a esto conocer más de Bogotá siempre será uno de lo mejores planes domingueros. Visitar museos, ir a teatro, recorrer La Candelaria o Usaquén, resulta muy interesante, y no es necesario llevar mucho en el bolsillo.


Entonces, no hay excusa que valga para no salir el próximo domingo a gozarse lo que por derecho ciudadano le pertenece a usted y a sus próximas generaciones. Ya sea que vaya a misa a confesar sus pecados veniales de la semana y, sobre todo, los de la rumba o que le toque, tristemente, quedarse en su casa abrazando a Morfeo (Dios del Sueño), nunca olvide que entre mejor aproveche sus domingos mejor se sentirá toda la semana. Por eso, para dar ejemplo, desde ya escucho propuestas…


Por CHRISTIAN PARDO
Para EL TIEMPO
escrito por Christian Pardo @ 9:20 AM   0 Comentarios

Christian Pardo, 26 años
Bogotá, Colombia
Periodista, arquitecto de información web, voz comercial y bloguero. Estudiante de Gerencia de Proyectos en Telecomunicaciones. Contáctelo

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